Ubicación
Dentro de
nuestra localidad, el Parque se circunscribió a lo que fue la propiedad de Don
César Antonio Leloir, el Haras Thays, comprendida entre las calles De la
Tradición, Federico Leloir, Martín Fierro y Gobernador Udaondo. Muchos años más
tarde y con las modificaciones hechas al Código de Ordenamiento Urbano, el
límite de la zona caracterizada como residencial parque se corrió, por el norte
hasta Julián Balbín, y por el sur incluyó el triángulo u horqueta que se forma
entre el puente Martín Fierro, Gaona y La Coyunda.
Características
Asentado
sobre la parte de parque y jardines del Haras Thays o Thais, cuenta con una
forestación de base realizada durante el primer cuarto de siglo. Luego, con las
subdivisiones se adicionó una segunda masa arbórea de acuerdo a las parcelas y
a las calles que se trazaron, en líneas curvas la mayoría, y con especies
características en muchas de ellas.
Los
primeros pobladores construían sus casas bajas tipo chalet californiano,
típicas de los 40 y 50 más bien ocultas entre la arboleda, sin ostentación, lo
que aseguraba privacidad y tranquilidad.
Hoy muchos
no respetan las normas de proporcionalidad que rigen para el uso del suelo y
las construcciones, desvirtuando con enormes fachadas o alturas desmesuradas la
armónica relación con el entorno, o destruyendo árboles para ostentar la
vivienda.
La
superficie mínima es de 1500 m2 si bien se hallan fracciones menores por
excepciones municipales hechas en diversas oportunidades.
Las calles
y plazoletas
La
nomenclatura tradicionalista impuesta por Albistur Villegas tiene aquí su mejor
expresión, las especies musicales, canciones o danzas, aparecen en De la
Condición, De la Vidalita, Del Malambo, De la Chacarera, Del Prado, De la Media
Caña, De la Cueca, De la Huella, Del Cielito, Del Remedio, Del Pericón;
escritores y músicos: Carlos Reyles, José Hernández, Montero Lacasa, Horacio
Quiroga, López Buchardo; personajes genéricos: De los Reseros, De los
Payadores, De los Baqueanos, Gauchos de Güemes; árboles autóctonos: Del Ombú,
Algarrobos, objetos, usos y costumbres: De la Carreta, De la Espuela, Del
Palenque, De la Posta, De la Doma, De la Retranca, Del Facón, Del Candil, Del
Recado, De la Tropilla, Del Cimarrón, De la Pialada, La Coyunda; obras
literarias: Martín Fierro y Ollantay; otras como Zapala (ciudad del Neuquén),
De los Recuerdos y De la Tradición.
Las
plazoletas circulares están ubicadas en Del Prado y De la Zamba, ésta llevaba
el nombre de una maestra, pero al destruirse el monolito este nombre se ha
perdido; Del Cielito y La Media Caña, sin nombre; De la Doma y Del Candil, sin
nombre; De los Payadores y la Media Caña, “Poeta Rafael Alberti”, y De los
Payadores y López Buchardo, “De los Payadores”.
Orígenes
del barrio
Hemos dicho
que el área del Parque Leloir se corresponde con lo que fue el Haras Thays,
establecimiento dedicado a la cría de caballos, fundado por César Antonio
Leloir, hijo menor del pionero de la zona, Alejandro Leloir y Sáenz Valiente.
César Antonio recibe de su padre 67 has, que va incrementando hasta 1915
mediante la compra de parcelas linderas a varios propietarios; exceptuando una
parte sobre la actual calle De la Tradición, perteneciente a la familia
Carabio, llegó a sumar una superficie de alrededor de 330 has.
El parque
de la propiedad rodeaba el casco, aproximadamente entre De la Vidalita, De los
Baqueanos, Martín Fierro y José Hernández.
César
Antonio Leloir (1877-1939) se casó con Adela Unzué Baudrix y fue padre de
Alejandro Antonio Mariano, Adela Tránsito, Mercedes Inés y Josefina Clara, entre
quienes se repartió el Haras y al comenzar a vender las tierras dan origen a la
disolución y el parcelamiento que conformó el barrio.
En cuanto
al establecimiento en sí y su prestigioso propietario, La Gaceta, revista
biográfica argentina, en su volumen de enero/febrero 1918 expresa en el florido
estilo de la época: “A Leloir… ha venido desarrollando sus iniciativas y
actividades de un modo asaz fecundo para la patria… tendiendo al fomento de las
actividades agropecuarias… Hacendado de vastos conocimientos ganaderos, ha
contribuido eficazmente a la mestización y renombre de nuestra ganadería…”
“El Sr.
Leloir posee actualmente tres valiosos establecimientos de campo… que abarcan
la friolera de 200.000 has y sus plantaciones alcanzan a la suma de un millón y
medio de árboles…”
“Actualmente
está entregado al mejoramiento y selección de sus haciendas con arreglo a los
nuevos conocimientos que adquiriera en el Viejo Mundo… En su benéfica acción
progresista, el Sr. Leloir ha formado en Morón un grandioso establecimiento
dedicado a haras de carrera, que cuenta con un magnífico y dilatado parque de
doscientas hectáreas y es un modelo en su género…”
Hemos
extractado los conceptos fundamentales de un frondoso texto que abunda en
calificaciones elogiosas hacia la persona de A. Leloir y su meritoria
actuación.
La sucesión
Según las
prolijas investigaciones realizadas por el Dr. Guillermo Villegas, “el Haras
fue levantado en 1938 y sus instalaciones rematadas en 1942. En 1939 Antonio
Leloir falleció en Córdoba y el campo fue dividido en siete fracciones entre su
esposa y cuatro hijos”.
Los
herederos llevaron adelante un proyecto para crear una Gran Ciudad – Parque del
futuro. Hacen un diseño de calles sinuosas, forestan todo el campo, al estilo
de los parques europeos. Según el Ing. José Ayerza Lynch, quien confeccionó los
planos de la subdivisión. Esta tarea habría estado bajo la dirección del Ing.
Martín Jacobé”.
En su
conferencia “Parque Leloir, breve reseña de su historia” agregaba el Dr.
Villegas: “Era un ingeniero parquista –título raro- argentino, descendiente de
franceses y recibido en París. El fue quien hizo la segunda parquización del
campo. Diseñó muchos parques y murió hace muchos años”.
La primera
porción de tierras vendida fue la comprendida entre De la Tradición, Udaondo,
De la Doma, Reynes, De los Reseros y Martín Fierro (106 has) de acuerdo al
trabajo mencionado más arriba, y que pertenecían a la viuda de C. A. Leloir,
Adela Unzué, según se desprende de los planos.
En 1943
salen a la venta 50 has: el “triángulo” o la “horqueta” como vemos en el siguiente
plano y en 1946 Clemente Lococo compra el casco con 34 has.
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La subdivisión del Haras Thays entre los herederos de C. A. Leloir (gentileza J. Fernández) |
En 1948 fue
a la venta la fracción limitada por José Hernández, Martín Fierro, DE los
Reseros, Leloir y Gaona, pertenecientes a la viuda una parte y a su hijo
Alejandro Antonio Mariano, otra. Al año siguiente se loteó la porción cuya
propietaria era Josefina Clara: Del Facón, De los Reseros, José Hernández y
Udaondo, que no estaba trazada en el plano anterior. Por aquellos años el
Parque Leloir se identificaba como Castelar por sus accesos.
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Loteo de las tierras de Adela Unzué, viuda de Leloir -1948- entre Gaona, De los Reseros, José Hernández, Leloir y Martín Fierro (gentileza Julio Bernstein) |
Una
prestigiosa casa de remates, la del martillero Carlos Caggiano decía en su
folleto de presentación: “Estamos convencidos de la calidad de los 126 solares
que forman el casco del magnífico Parque Leloir, y con ese convencimiento
formulamos esta invitación al gran remate, seguros de que las personas que
conocen y concurran habrán de apreciarla en su justo valor.
Los más
modernos conceptos del urbanismo y orientación han servido de base para el
trazado de este nuevo y hermoso parque residencial, cuidando que cada uno de
los solares aprisione entre sus líneas frondosa vegetación y las más diversas
variedades de árboles… plátanos, eucaliptos, cedros, pinos, palmeras,
araucarias, además de valiosas plantas florales y de adorno”.
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Loteo de la fracción de Josefina Clara Leloir - folleto de remate 1949 (gentileza Jovita Menéndez) |
Dicha
fracción lindaba por el oeste con la de Mercedes Inés (Mimí) Leloir. La única
construcción del sector en remate era un chalet de 200 m2 ubicado en la actual
José Hernández, casi De la Retranca. Las condiciones de venta eran: seña 8%,
comisión 2%, 20% al contado y el resto en ocho cuotas semestrales con 6% anual
de interés. La base fue de $ 11 m/n el metro cuadrado y las superficies
oscilaban entre 780 m2 y 2700 m2, estando la mayoría entre 1200 y 1500 m2.
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Portada del folleto con una acuarela del paisajista Fernando P. Ayllon que ilustra el portón ubicado sobre Udaondo y Del Facón (gentileza Jovita Menéndez). |
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Vista del chalet ubicado en José Hernández casi De la Retranca, en el loteo de 1949 (folleto remate). |
Décadas del
40 y del 50
En 1940 se
bautiza a nuestro pueblo como Villa Gobernador Udaondo. En 1936 se había
asfaltado la calle de igual nombre hasta la entrada del Haras Myriam y en 1945
se pavimenta Martín Fierro, que tenía un mejorado. Así, en la segunda mitad de
la década se construyen importantes residencias, siendo una de las primeras la
de don Ernesto Haberfeld, que la ocupó en forma permanente a lo largo de 50
años. Actualmente parte del predio fue vendido en varias fracciones, mas la
casa original permanece exactamente igual en Udaondo y De los Reseros.
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Plano del Instituto Geográfico Militar con actualización a 1948, donde puede verse la laguna que existía en la actual rotonda Del Candil (gentileza Museo Goyaud) |
En 1946 el
conocido empresario cinematográfico Clemente Lococo compró el casco del Haras
Thays, que se correspondía con las calles De la Media Caña, De los Reseros,
José Hernández y De los Payadores. En 1953 se queda con la parte central y
lotea el resto, rellenando la laguna de más de 1 hectárea con un islote que
tenía un ombú; la actual rotonda Del Candil donde el viejo árbol campea aún
sobre un montículo. Estos interesantes datos fueron recuperados por Guillermo
Villegas y expuestos en su conferencia ya citada.
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Udaondo y De los Reseros: casa de la familia Haberfeld, construida en 1945, aun existente (folleto remate 1949). |
Lococo
aprovechó el casco para diseñar “una quinta de ensueño” según el decir de un
popular periodista de la época, Chas de Cruz. El atractivo central lo
constituía un bello lago artificial hecho de piedra laja, rodeado de
espectacular vegetación y con un puentecito de madera; las cascadas, de unas
piedras cuyo PH impide la descomposición del agua, tienen además la función de
oxigenar el agua.
El estanque ocupa unos 500 m2 de superficie y en su fondo se hallan unos aros de piedra laja superpuestas de una manera irregular; como alberga pejerreyes en sus aguas, esos aros constituyen refugios para que los alevinos no sean devorados por los peces mayores.
La iluminación se encuentra en los bordes y las cascadas tienen unos focos especiales que alumbran de abajo hacia arriba. Todo un derroche de ingenio y belleza, perfectamente conservado por el matrimonio Soraci, los actuales propietarios, que compraron la fracción en 1972. Reconstruyeron lo deteriorado, y lo mantienen como era en su origen. Todos los días se le renuevan 20.000 litros de agua.
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El lago de Lococo. |
El estanque ocupa unos 500 m2 de superficie y en su fondo se hallan unos aros de piedra laja superpuestas de una manera irregular; como alberga pejerreyes en sus aguas, esos aros constituyen refugios para que los alevinos no sean devorados por los peces mayores.
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El arco que delineaba la entrada a la Quinta Lococo sobre Del Prado y De los Reseros; permaneció hasta la década del 90, cuando fue derribado por un camión. Dibujo de Noemí Blind. |
La iluminación se encuentra en los bordes y las cascadas tienen unos focos especiales que alumbran de abajo hacia arriba. Todo un derroche de ingenio y belleza, perfectamente conservado por el matrimonio Soraci, los actuales propietarios, que compraron la fracción en 1972. Reconstruyeron lo deteriorado, y lo mantienen como era en su origen. Todos los días se le renuevan 20.000 litros de agua.
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Vista del parque del lago en 1972; en el ángulo norte había un quincho construido con palmeras ahuecadas que formaban la techumbre. (gentileza Nelly Soraci) |
Pero ¿quién
era Lococo? Para los mayores quizá no hacen falta muchas referencias, pero para
los más jóvenes que tal vez no hayan oído su nombre, digamos que fue un
emprendedor de humildes orígenes, con una innata habilidad para los negocios,
una potente y certera visión de futuro y un acendrado amor por todas las
manifestaciones artísticas.
En 1936
fundó el famoso Gran Teatro Opera en la calle Corrientes, que ofrecía los
mejores espectáculos del mundo con todos los avances técnicos y de confort.
Baste recordar que en invierno y verano la sala tenía una temperatura constante
de 23 grados. Sus tres hijos varones lo secundaron en la empresa, y uno de
ellos, también Clemente, fue un fino pintor.
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Don Clemente Lococo, de la revista "25 años del Gran Teatro Opera" (gentileza Nelly Soraci). |
Como hemos
mencionado más arriba, al subdividir lo
hizo en parcelas de 600 m2 contrariando la Ordenanza Municipal N° 1822 de 1951
que establecía las características y dimensiones dentro del barrio residencial
parque, medidas que en ese momento no podían ser inferiores a 2000 m2.
Posteriormente la Asociación Amigos del Parque logra, con su acción, la
anulación de ese loteo.
Alrededor
de 1950 el destacamento policial que había tenido asiento en la casa primitiva
de la Villa Leloir, pasa a un chalecito en la esquina sudoeste de Udaondo y De
la Vidalita, que fue comprado con el dinero donado por un grupo de vecinos. Una
parte se destinó a oficina y otra a vivienda del suboficial a cargo.
En 1952 el
intendente de ese entonces, César Albistur Villegas que vivía en la calle De
los Reseros, cambia la nomenclatura de la localidad.
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El mensuario "El Baqueano", Archivo Comisión de Estudios Históricos. |
En 1956 Roberto
J. Reynolds funda con un grupo de vecinos la “Asociación de Amigos del Parque
Leloir”, cuya sede provisoria estaba en su propia quinta “La Carreta”, en
Horacio Quiroga y De los Baqueanos. La comisión aludida estuvo conformada por
el nombrado como presidente, Guido Torreta como vice y Carlos Acuña como
secretario. Eran vocales: Atilio Alzona, José Del Valle, René Latorre, Roberto
Piguerón y Eduardo Squirru (padre de Ludovica).
En
setiembre de ese mismo año apareció “El Baqueano” publicación oficial de la Asociación que se
editó hasta el 25 de mayo de 1960, con 9 números y que constituye una valiosa
fuente de información sobre los sucesos de aquel momento y las actividades
impulsadas con gran empuje por Reynolds. Por ejemplo, gestionar escuelas,
colocar cartelería indicadora de calles, el mapa del barrio en Gaona y Martín
Fierro.
Dice
Villegas: “También logró la clausura de
un night club (Las Vegas) que se había instalado en una quinta de De la
Retranca y La Espuela (hoy Centro Leonés); se forestaron varias rotondas y se
mantuvo vinculación con las sociedades fomentistas “Las Cabañas”, “Villa León”
y “La Liebre”.
Se gestionó
la construcción de refugios, se petrolaban las calles, se limpiaban las aceras
de yuyos”. Pero ante todo fomentó las relaciones entre vecinos mediante
reuniones sociales, lo cual sentaba las bases para el trabajo en común. En 1956
se contaban unas 150 viviendas, casi todas de fin de semana. Eran muy escasos
quienes moraban en forma permanente.
El nombre
de quinta de Reynolds tiene origen en que allí se encontraba una viejísima
carreta de la época colonial y curiosa historia, que se decía era gemela de la
de Luján. Reynolds la recibió de un viejo carrero de Ituzaingó llamado Prader o
Pradere, que en la década del 40 la tenía arrumbada en el fondo de su terreno.
La cedió con la condición de que fuera transportada tirada por bueyes. Así se
hizo, pero apenas llegó, el centro de una rueda se partió; al repararla hubo
que inmovilizarla para siempre. Reynolds la mantenía pintada y cuidada, pero
cuando vendió parte del terreno, la carreta, que no podía moverse, quedó en el
área del nuevo propietario.
En total
abandono, se deterioró rápidamente dada su antigüedad, y ya casi nada queda de
ella. Esta historia es un testimonio de primera mano, ya que Nuestro Lugar lo
recogió de Mónica Reynolds y su madre en 1995.
En 1956 se
abrió la escuela 37 (actual 7), que se había gestionado para la zona parque
pero finalmente fue construida en el sector sur del Haras Myriam y tuvo
categoría de rural por muchos años.
En 1958 se
instaló el teléfono en el destacamento policial, que era prestado al vecindario
que lo requiriese.
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Don Rafael Alberti (gentileza flia. Segretin) |
En 1959 se
radica el celebrado poeta español Rafael Alberti, exiliado en la Argentina
desde 1940. Había adquirido un predio dos años antes que llamó “La Arboleda
Perdida”. Allí vivió con su mujer, la escritora Ma. Teresa León y la única hija
de ambos, Aitana. Alberti visitaba asiduamente el Parque desde 1951, pues su
gran amigo el Ing. Dujovne era dueño de una quinta donde se reunían artistas e
intelectuales, que luego el poeta albergaría en su casa. Entonces escribió: “…he
plantado, por fin, mi casa; una prefabricada de madera, llena de gracia,
lustrosa de barniz, con cenefas, puertas y ventanales blancos. Los cipreses y
álamos de la Arboleda Perdida parecían saludar a nuestra casa, cuya madera
pulida y virginal le daba el aire de un extraño barco traído al centro de los
bosques para que lo pintasen. ¿Un barco? Delirio de poeta”.
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El hijastro de Alberti, Gonzalo de Sebastián León y su esposa, vecinos del Parque desde 1960. En la inauguración del monolito recordativo (foto Julián Núñez). |
También era
asiduo concurrente al Parque el autor de “Voces”, Antonio Porchia. Desde el 52
frecuentaba la quinta “Pinky” de los García Orozco, en De los Baqueanos y La
Media Caña. Alberto Luis Ponzo cuenta en una nota para la revista Nuestro Lugar
en 1999: “Desde su casa de la calle Malaver, en Olivos, viajaba casi todos los
domingos con su amigo León Benarós y su esposa al Parque Leloir: “Compartía con
nosotros y un grupo de amigos nuestra quinta; sentía por ella gran devoción,
era un enamorado de la naturaleza –recuerda Mary García Orozco-.
Después de los
almuerzos solíamos ir por calles apenas dibujadas y sombreadas por eucaliptos y
lo cierto es que el barrio Parque Leloir era un lugar de encuentro de los
escritores y artistas más celebrados”.
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Antonio Porchia - dibujo de Salvador Galup (gentileza Alberto Luis Ponzo) |
Por su
parte, en su libro de memorias “La Arboleda Perdida”, que Alberti concluye en
1959 en Leloir escribió: “Los bosques de Castelar –o el Parque Leloir, que así
se denomina en su parte más bella- son grandes e inesperados. Sorprenden cuando
se los ve por primera vez. Y más, cuando viviendo en ellos se amanece en sus
brumas invernales, en el oro casi carmín de su otoño o en el verde sonante,
casi musical, de sus primaveras y estíos”.
Para todos
quienes llegamos en esa época al Parque, éste representaba algo así como el paraíso terrenal
hecho realidad tangible. Pasear en bicicleta por las sinuosas calles
solitarias, muchas bordeadas de aromos que ya no existen, era un placer
inefable y absolutamente necesario.
Para fines
de la década del 50 escasas familias vivíamos todo el año: los Squirru, los
Haberfeld, los Cappagli, los Besancon, los Albistur Villegas y alguna otra que
se nos escapa de la memoria. Y los caseros de las quintas de fin de semana, y
la familia del suboficial que estuviese a cargo del destacamento.
“Aquí en
estas susurradas espesuras, elegí hace tiempo el lugar para mi necesario
aislamiento, mi trabajo incesante lejos de la ciudad, la tremenda ciudad que
sin embargo continúa avanzando vorazmente, con el oculto pensamiento de
asaltarlas un día, hacha en mano, e instalar sus horribles construcciones,
sustituyendo tantos caminos puros, perfumados, por calles ruidosas y malsanas.
Pero eso no vendrá. O yo no lo veré”. (Rafael Alberti).
Décadas del
60 y 70
El sosiego,
la belleza y la armonía de que se disfrutaba por aquellos años eran
incomparables. Las viviendas, apenas entrevistas entre los densos follajes, los
setos vivos y las perfumadas enredaderas. La naturaleza, de atmósfera limpia y
clara, y un silencio solo poblado de trinos infinitos, estaba en su máximo
esplendor.
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El paraíso de los jinetes - ilustración de Noemí Blind. |
Los
cultores de la equitación comenzaron a proliferar desde la segunda mitad de los
sesenta, abriéndose unas cuantas caballerizas que alquilaban o guardaban los
animales a los jinetes. Recorrer las espesuras era un deporte practicado por
mucha gente en esa época, así como llegarse a Puente Roca, donde “La Pérgola”
era una prestigiosa escuela de equitación.
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Don Máximo Aguirre, ilustre personaje de la cultura y frecuentador del Parque. |
Vale
recordar a don Héctor Cannevari, paisano oriundo de 9 de Julio y radicado en
Udaondo en 1957, que instaló su caballeriza en De la Doma entre José Hernández
y De los Recuerdos. Se congregaban allí destacados tradicionalistas de
entonces: Molina Salas, Máximo Aguirre, por mencionar a los más famosos.
Squirru, Maradei, Sandri, Del Cueto, Noemí Blind, Cristina García, Carlos
Riviello, Carlos Pastrana… formaban parte de esa legión bien montada que
ilustra todo un período romántico del Parque Leloir.
“Los viejos
jinetes de la zona cruzaban airosamente, para regocijo de los que vibramos ante
tan intemporal disciplina: ahí estaba Eduardo Squirru, embajador argentino en
la lejana China, jinete en su zaino marchador peruano; Carlitos Pastrana marcha
a su vera, su fiel gateado “Huilcar” lo trae “medio apurado”… Quien no recuerda
la atildada presencia de Máximo Aguirre, Director de Cultura y profundo
escritor, en su gateado criollo “Taguato” y acompañado por la niña Cristina
García, apasionada por los caballos e inconfundible por las bellas matras
pampas usadas en sus aperos…” (Alberto Sandri).
En los 60,
el ex night club Las Vegas se transformó
en una pileta y predio recreativo con acceso al público. A media cuadra de
allí, sobre La Retranca, se había construido una pequeña salita de auxilios
sobre un predio municipal; nunca se habilitó. La casa fue ocupada y así
permanece hasta hoy.
Entretanto,
continuaba la venta de fracciones en la que tomó parte muy activa don Julio
Fernández, establecido en Martín Fierro y De los Reseros con su oficina
inmobiliaria.
Luego de
vender el casco de la quinta de Adela Leloir de Rodríguez Larreta (50.000 m2)
al colegio San José de Morón para su ansiado campo de deportes, don Antonio,
hermano y apoderado de Adela, le propuso hacerse cargo del resto de la reserva,
delimitada por José Hernández, De los Reseros, De la Media Caña, De la Zamba,
Gaona y Leloir. Cada manzana tenía 20.000 m2 y salía a la venta una por vez.
Nos dice Julio: “Don Antonio me contaba que Thays había forestado buena parte
del parque, y diagramado las calles siguiendo las curvas de nivel, de modo que
las aguas se escurrieran sin erosionar el suelo. El acceso a la reserva era
dificultoso. Se encontraba cercada con alambre perimetral y se ingresaba a
través de diferentes tranqueras con candado. Don Conrado nos acompañaba ya que
era el encargado de mantener la seguridad del lugar. A pesar de que las calles
estaban abovedadas, la exuberante vegetación las había cubierto. Los mojones
del loteo desaparecieron bajo las matas, y los diseños de Thays quedaron bajo
el manto vegetal.
La
Administración estaba ubicada en un chalet de ladrillo a la vista ubicado en la
esquina de Martín Fierro y Del Cielito, donde vivían don Conrado y doña Carmen,
a cargo de cuidar todo lo relacionado con la reserva”.
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Plano de venta, 1965 (gentileza Julio Fernández). |
Por otra
parte, el Centro Okinawense compró 50.000 m2 en Leloir, Del Ombú, De la Carreta
y José Hernández, predio que nunca fue parquizado ni bien conservado,
desmereciendo bastante la zona y ocasionando las quejas de los vecinos que se
iban instalando en sus alrededores. Continúa la venta de lotes, y la
subdivisión de la Quinta Lococo; se construyen muchos chalets nuevos con
piscinas para el verano; nuevas inmobiliarias se establecen.
Del 80 en
adelante
Es en los
80 cuando, con la demorada pavimentación de Gaona, gran cantidad de nuevos
pobladores se radican en forma permanente. Cambia la fisonomía, aumenta
notablemente el tránsito automotor y valiosos árboles son extraidos para
edificar. En 1980 se instaló la Delegación Municipal en Martín Fierro y se da
la primera ordenanza proteccionista. El Correo y el Registro Civil se
instalaron en parte de la citada dependencia, pero más tarde el correo fue
cerrado. En los noventa se acelera el impacto que produce la degradación
ambiental, por lo cual un grupo de vecinos crea en 1991 la Asociación Civil
Parque Leloir (PLAC). El Parque propiamente dicho aumenta su valor inmobiliario
al tiempo que pierde mucho de su valor natural.
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El padre Carlos Campos da misa en el Oratorio, 1994 (gentileza Nelly Soraci) |
En 1994 los
vecinos logran construir un oratorio en el predio entre las calles José
Hernández, De la Retranca y De la Zamba, frente a la placita; finalmente por
gestión de otro grupo se la convierte en iglesia, con el nombre de “Nuestra
Sra. De la Misericordia y Jesús del Gran Poder”.
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Construcción de la capilla (foto: Rolando Canteros). |
En 1996 se
vende la propiedad que perteneciera a Mercedes Inés Leloir de Patrón Costa, que
no tuvo descendientes directos. Una empresa de urbanizaciones efectuó la
subdivisión de 11 has remanentes en lotes de entre 1500 (el mínimo permitido) y
2500 m2, cuya venta parece estar bastante estancada. En los años 50 se había vendido
una parte entre Del Pericón, López Buchardo, La Doma y Udaondo.
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La capilla terminada (foto Claudio Luna) |
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Vista aérea del casco de 11 has. de Mercedes Leloir (folleto CPO 1997). |
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Interior de la Capilla (foto Carlos Consiglio) |
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La casona del casco antes y después de la restauración (fotos CArlos Consiglio y Dionne Sabattini) |
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Plano de la subdivisión del casco - folleto CPO |
Vecinos
destacados
No podemos
cerrar el capítulo sin mencionar algunas personas que con gran vocación
trabajaron intensa y desinteresadamente para el progreso de la comunidad junto
a otros vecinos, pero que quizá por sus particulares condiciones ejercieron un
natural liderazgo.
Roberto
Julio Reynolds: abogado, nacido en Estados Unidos y criado en Francia, llegó a
nuestro país en la adolescencia, estudió en la Universidad de Buenos Aires y se
nacionalizó. Fue también docente. Fundó la Asociación de Amigos del Parque
Leloir, desde donde desplegó una gran tarea de cuidado, mantenimiento y preservación;
tal vez el mayor logro fue la habilitación de una escuela, aunque ésta se
estableció fuera del parque. Fue un verdadero pionero de la acción mancomunada
en la década del 50.
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Don Roberto J. Reynolds. Foto publicada en "60 aniversario de Villa Gobernador Udaondo", PLAC 2000 |
Nelly Delia
Alvariño de Soraci: docente, llegó a
Leloir en 1969. En la década del 70 comienza a participar en forma
ininterrumpida en las instituciones intermedias: Soc. de Fomento La Tradición,
Sala de Auxilios Elena T. de Gorkin, Cooperadora Policial (la presidió entre
1988 y 1992), creó la Comisión de Cultura Ad Honorem en la Delegación Municipal
durante la gestión de Raúl Fernández, desde donde se organizaron variadas y
valiosas actividades; integró PLAC desde su fundación y la presidió en el
período 1998-2000; promovió en 1994 la instalación del oratorio y fue
integrante de la Comisión Pro-Estudios Históricos Udaondo-Leloir.
Dr. Carlos
Romano: abogado, juez. Tuvo una trascendente gestión al frente de PLAC entre
1992 y 1996. Otros vecinos llevaron a cabo una tarea más silenciosa y no menos
fecunda.
Teresa
Cozza Fumega: artista plástica y docente; creadora del escudo de Villa Udaondo
y ganadora del concurso para el escudo del partido de Ituzaingó; participó en
la Comisión de Cultura Ad Honorem y en la creación del oratorio.
Dr.
Guillermo Villegas: abogado, miembro de PLAC; integrante de la Comisión de Estudios
Históricos realizó un importante trabajo de investigación histórica sobre
planos y documentos, que se plasmaron en su conferencia “Parque Leloir, breve
reseña de su historia” (1999) y en la publicación “60° Aniversario de la Villa
Gobernador Udaondo”, editada por PLAC (2000), así como “Medio Siglo de
Pertenencia de Villa Udaondo a Ituzaingó” en formato periódico (2001), edición
del autor.
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Plaza Poeta RAfael Alberti. De los Baqueanos y De la Media Caña (1995). |
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El recodo de las araucarias, en la calle De los Baqueanos (foto Claudio Luna). |
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La calle Martín Fierro antes de la obra hidráulica y el nuevo asfalto. En la cuadra de la Delegación Municipal (foto Beatriz Cappagli, 1996). |
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Comisión Pro-Estudios Históricos Udaondo-Leloir: monseñor Farrel, Julio Fernández, Cristina Pisano y Beatriz Cappagli al fondo. En primer plano: Nelly de Soraci y Guillermo Villegas (1994) |
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La visita de Ernesto Sábato con motivo de los actos de la Semana de Udaondo, en 1996. Con el intendente Descalzo y el escritor Jorge Ledesma, en la Delegación Municipal (foto: Julián Núñez) |