Ubicación
Este es el
nombre olvidado de las tierras comprendidas entre Udaondo, De las Cabañas,
Leloir y De la Tradición, según consta en la escritura de venta de La Casona y
en el plano del Instituto Geográfico Militar. Se la conocía como “Chacra Leloir”
o “Chacra Vieja”, que poseía originalmente los campos hasta la costa del río y
que fueron luego el Barrio La Liebre. Fue la primera propiedad adquirida por
Alejandro Leloir; a su fallecimiento pasó a su hija Clara, que casó con el
ingeniero Alfredo Demarchi Quiroga. Lindaba por el este y el norte con la
Cabaña Tuyú de su primo Federico y por sudoeste con el Haras Thais de su
hermano César Antonio.
Se loteó en
la década del 30, un poco después que el Barrio La Liebre, y la familia, luego
de la muerte de Clara sólo conservó el casco de 8.300 m2 sobre Balbín y De la
Vidalita, hasta 1940.
El casco
La Casona,
única por su estilo y calidad arquitectónica ha sobrevivido desde la década de
1880; no existen planos originales o al menos no se han encontrado. Fue
cuidadosamente restaurada por la familia Colombo entre 1982 y 1985, después de
permanecer abandonada por tres décadas. Es de planta cuadrangular, de unos 20
m. de lado con el techo a cuatro aguas que forma todas las galerías del primer
piso. Las aberturas son puertas con postigos interiores de madera y unas rejas
exteriores de hierro forjado de maravilloso diseño, el mismo que ostentaba una
verja perimetral que circundaba la esquina y que fue sacada para venderla por
un dueño ocasional, el Dr. Rino de Castelar.
![]() |
La Casona principal, casi oculta desde la calle por la frondosa vegetación. (foto Vera Said, 1996) |
En 1940,
una sociedad denominada “F. G. Leloir y Cía. En liquidación” vendió la casa al
Dr. José B. Rino. En 1943 éste se la enajenó a la Sra. Carmen Lledó de Tornú
quien con su esposo, Enrique Tornú, llevó la casa a buen lucimiento. Suplantada
la reja exterior por un alambrado, la Sra. De Tornú la cubrió de hermosos
rosales que engalanaron durante muchos años la propiedad. La familia Tornú dejó
luego de venir, pero conservó la casa hasta 1982.
![]() |
Detalles de la galería y una de las puertas. (Vera Said, 1996) |
A esta
altura debemos decir que en el predio a pocos metros de la Casona, se alza un
edificio mucho más antiguo: “la casa nueva de Benito Vergara”, a la que
denominaremos aquí “la casa primitiva”, y que data, según la apreciación del
Arq. Carlos Moreno, de alrededor de 1850/60. Pero retornemos a la construcción
principal: pisos inexistentes, ninguna instalación, puertas de madera derruidas…
lo que no hizo el tiempo lo hicieron los cacos: todo lo que se pudo sacar se lo
robaron. Artefactos, fallebas, manijas, en fin, parecía insalvable. Pero
increíblemente las bellas rejas forjadas como encaje estaban ahí.
![]() |
Vista del edificio por su fachada oeste. (Carlo Trinco, 2000). |
Susana y
Elbio Colombo habrán cerrados los ojos para imaginarla en los tiempos de
esplendor. Y con un grupo de arquitectos y muchos viajes por viejas estancias y
casonas, lograron su propósito: restaurarla con elementos de su época.
![]() |
El portal principal, sobre Balbín (Julián Núñez, 1999) |
Los
pisos del nivel superior son los originales; unas grandes baldosas cuadradas
francesas color terracota, cuya colocación hace un dibujo distinto en cada
ambiente. Centro de leyendas y secretos no develados; la Casona es el misterio
y la esencia de Leloir, alzando su maciza y a la vez grácil estructura entre la
densa masa arbórea que la rodea.
![]() |
La casa primitiva (V. Said, 1996). |
En cuanto a la casa primitiva, la tradición
oral dice que allí tuvieron prisionero a Dorrego antes de su ejecución. Los
cepos que se encontraron se hallan en el museo de Luján. Aquella versión que no
hay modo de confirmar, tampoco merece descreerse, desde el momento que en este
lugar se erigía una construcción anterior, quizá un rancho, por ser el punto
más elevado de la región y permanentemente transitado por tropas a partir de
1810 y en particular en los tiempos de la anarquía.
![]() |
Vista general y detalles de la casa primitiva (V. Said, 1996) |
La serie de
fotos que reproducimos muestran desde un plano general hasta algunos detalles. Dejamos
a uno de sus actuales propietarios, el arquitecto Christian Masprone, que nos
explique sus características:
“El
inmueble actual fue reproducido sobre la estructura de un asentamiento
anterior, que probablemente vestía una cubierta de paja. De planta rectangular
con una orientación favorable, sus dos pórticos en las fachadas norte-sur
enclaustran sendas galerías, protegidas de las inclemencias del tiempo y
rematadas por columnas de orden toscano.
La ornamentación
es muy discreta, las cornisas perimetrales engalanan sus cuatro frentes y las
pilastras fundidas casi en su totalidad contra los muros exteriores, custodian
en forma simétrica e intercalada las aberturas, siendo 3-2-3-2 de los
respectivos lados este-norte-sur-oeste. Estas pilastras atraviesan la cornisa,
terminando en doce torrecillas, sin romper la hegemonía del conjunto, dando
idea de rigidez estructural y balance en su diseño (ver fotos, fachada norte,
de acceso principal).
La
carpintería de roble con vidrios repartidos es coronada con molduras que
cumplen la función de escurrir las aguas pluviales.
Los
herrajes de puertas y ventanas que pudieron ser recuperados reproducen motivos
típicos (hierro fundido) de principios de siglo XIX, como la flor de cardo
entre otras.
![]() |
Detalles de la casa primitiva (V. Said, 1996) |
Cabe
destacar algunas curiosidades que emergen del análisis arquitectónico y
estructural del edificio, durante la etapa de reciclado. Los ladrillos
utilizados (llamados vulgarmente “zapatas” por sus dimensiones de 33x16x5 cm)
para originar los techos y plafones en bovedilla (ver foto) tienen como aditivo
para mejor adherencia en su composición, unas conchillas (lo que no resulta
nada extraordinario, si se tiene en cuenta la cercanía del río Reconquista,
conocido anteriormente como de Las Conchas, por tener esa asombrosa cualidad
sobre sus márgenes).
Esos
ladrillos, que reposan sobre cavios de quebracho y alfajías de pinotea, son los
mismos que erigen los muros de hasta 50 cm de espesor, lo que sumado al adobe
de sus morteros dan una eficiente solución atérmica: ambientes frescos en
verano y templados en invierno.
Otra
curiosidad es la poca privacidad distributiva de los ambientes en tiempos de
esplendor, comparada con la necesidad funcional actual.
La historia
así convive armoniosamente con la tradición oral que a veces se transforma en
leyenda, la cual nos separa del afán de informar objetivamente a nuestros
lectores; es por eso, que técnicamente, con ayuda de la arquitectura,
encontramos en los monumentos y edificios expresiones con vida propia de
nuestros antepasados. Conocerlos es, pues, un buen punto de partida para
indagar nuestra historia y saber de ellos un poco más”.
En los años
50 la casa fue usada como delegación policial.
Subdivisión
y nomenclatura vial
Villa
Leloir se caracterizó por la gran superficie de sus quintas, lo que mantuvo por
largo tiempo las densas arboledas. Las zonas más afectadas por los pequeños
fraccionamientos fueron los bordes sobre Leloir y De la Tradición. Cuadras de
200 y 300 metros se conservan todavía. El camino que unía Castelar con el Haras
Myriam, como ya hemos dicho, era Santa Rosa, que luego se irá diferenciando en
De las Cabañas, Federico Leloir y Gob. Udaondo. Paralelas a Udaondo van: Julián
Balbín, Frers, Alsina y De las Cabañas (hoy N. Repetto). Las transversales
eran: Lezica, después De la Carreta, Carranza, luego De la Vidalita, Etcheverry
hoy De los Reseros; Grecco, después De la Doma; Menéndez se cambió por De los
Baqueanos y Romero por De los Payadores.
Más tarde nuevos parcelamientos fueron abriendo por tramos otras calles:
Teresa Bisso, Sotelo, Padre Fagnano y las prolongaciones de algunas del Parque
Leloir: De la Posta, Del Pericón, Del Palenque, Algarrobos y Gauchos de Güemes.
Todas corren cortadas, al igual que Lorenzo Caro.
“Entre 1933
y 1936 había un club de polo llamado “Los Pelícanos” donde jugaban los Gainza
Paz, los Cernadas, los Udaondo. Ocupaban un predio que estaba aproximadamente
en Alsina y De los Reseros. El Club se disolvió cuando Udaondo se mató en Morón
con el avión”.
“Un poco
más tarde, para el 38, en ese punto se reunía un grupo para correr carreras de
moto. El circuito era: Frers, que fue la primera mejorada, Leloir, Balbín y De
la Tradición. Como los vecinos se quejaban porque rompía el mejorado, dejaron
de correr en 1940” (testimonios de José Ignacio Ansorena).
El almacén “Del
Burro”
Obligado
punto de referencia para quienes llegaban a la zona. Reunía ramos generales y
boliche. En 1936 don Venancio Hernando y su esposa Benigna habían adquirido
unos terrenos y abierto el comercio. Lo bautizaron “El Destino”, pero el
destino quiso cambiarle el nombre. “Don Venancio había comprado un burro
llamado Martín para llevar a sus hijos a la escuela en un carrito, donde
también transportaban a otros chicos del vecindario” (testimonio de Rubén
Hernando). Y la gente lo empezó a llamar “el almacén del burro”. El negocio
sigue abierto a cargo de la siguiente generación de los Hernando.
Antiguos
vecinos
Entre los
apellidos más antiguos se pueden recordar: Canale, Lemos, Tornú, Noble (del
diario Clarín), Sabaté, Dodero, Colautti, Rizzi, Adamo, Guichandú, Vergas,
Serra, De Angelis Rocca, Pons, Grinberg, Hudson, Tapia, Dujovne, Serantes,
Hesoperidonidis, el famoso director de orquesta Miguel Caló, muchos médicos
como Vaccarezza, Brea, Mendilharzu, Blanchet, Casasco, Farpias, Saborido,
Schwarz. Era gente que venía a pasar el verano en sus quintas, enormes fincas
arboladas y llenas de pájaros, casi ocultas las casas entre el follaje. Tanto
el río como el arroyo Soto hacían las delicias de chicos y grandes.
“Mi padre,
Enrique Francisco Repetto, se decidió venir aquí por el clima, mi hermano menor
había tenido un problema respiratorio y a esta zona se la conocía como la
Córdoba Chica. En la década del 40 alquilamos La Casona a la Sra. De Tornú, que
era entonces la dueña. Después mi papá le compró la casa en Las Cabañas a
Gregorio Vergas y adquirió otros lotes más alrededor. Más tarde le vendió una
parcela a un familiar, Roberto Repetto, que era médico de la mutual telefónica,
así fue como tuvimos antes del 50 el primer teléfono de la villa”.
“Entonces
el único colectivo era el 11, lo manejaba Rossi, empezaba a las 7 de la mañana
y terminaba a las 8 de la noche. Si había una fiesta, le encargaban que viniera
a una determinada hora, generalmente las 12 de la noche. El recorrido era por
Santa Rosa hasta la estación Castelar” (testimonios de Enrique Reptto).
Quienes
residían en forma permanente eran muchos menos: Aznar, Donceko, Gómez Araujo, González, Gros,
Hernando, Piekarek, Romero, Santodomingo, Repetto, Fernández, Méndez,
Santorelli, Szchraj, Viola y algunos más.
![]() |
El músico Miguel Caló, cuya casa en la calle De los Reseros entre Udaondo y Balbín fue demolida hace pocos años. (gentileza Nelly Soraci) |
Muchos de
ellos eran caseros de las quintas. En la década del 60 llega un nuevo grupo de
pobladores, pero la densidad sigue siendo muy baja. A mediados de los 70 llega
otra ola de vecinos a residir en Villa Leloir.
Tiempos
recientes
A la fecha
todavía está la quinta Ceferino Namuncurá, con su chalet de los 40 casi en
ruinas, que durante años fue un centro recreativo para los jóvenes de la Acción
Católica. La propiedad está actualmente en venta. Una curiosidad de Villa
Leloir era un imponente y artístico portón de hierro que era el ingreso a un
terreno baldío. Los vecinos lo llamaban “el portón del inglés”, nos recuerda la
Sra. Erika Benning: en ese terreno su dueño cultivaba frambuesas; en De las
Cabañas entre De los Reseros y De la Vidalita. Hoy engalana el ingreso a una
nueva quinta.
![]() |
El portón del inglés (foto Carlos Consiglio, 1997) |
Algunas instituciones
siguen manteniendo sus espacios de recreación veraniega: el Club Portugués,
fundado en 1918; adquirió un predio que fue ampliando luego con varias parcelas
más. En 1964 inauguró su sede de casi una hectárea en Alsina y Del Pericón,
para que sus afiliados pudieran disfrutar de las actividades recreativas en
verano y fines de semana. Instalaciones deportivas, parrillas y restaurante. Se
acostumbra celebrar las fiestas patrias de nuestro país y las de Portugal.
Colaboran con colegios, organismos municipales y otras instituciones brindando
sus comodidades y servicios con la mejor predisposición.
Entre
Alsina y Frers, De la Carreta y T. Bisso, una antigua quinta funciona como sede
del Camping del Sindicato de Papeleros.
![]() |
Entrada a las instalaciones del Club Portugués (foto: Julián Núñez, 1998). |
En Alsina y
De los Baqueanos está el Campo de Deportes del Colegio Parroquial Ntra. Sra. Del
Buen Viaje de Morón y en Las Cabañas entre Del Cielito y De los Baqueanos está
el viejo camping del gremio ferroviario La Fraternidad.
Agradecimientos:
Susana y Elbio Colombo, Sandra y Christian Masprone, Enrique Repetto, José
Ignacio Ansorena, Flia. Hernando, Erika Benning, Secretaría del Club Portugués.