La presente obra -en papel ilustración e impresa en colores- fue editada en el año 2005

6.1 Villa Leloir - El encanto y la historia


Ubicación
Este es el nombre olvidado de las tierras comprendidas entre Udaondo, De las Cabañas, Leloir y De la Tradición, según consta en la escritura de venta de La Casona y en el plano del Instituto Geográfico Militar. Se la conocía como “Chacra Leloir” o “Chacra Vieja”, que poseía originalmente los campos hasta la costa del río y que fueron luego el Barrio La Liebre. Fue la primera propiedad adquirida por Alejandro Leloir; a su fallecimiento pasó a su hija Clara, que casó con el ingeniero Alfredo Demarchi Quiroga. Lindaba por el este y el norte con la Cabaña Tuyú de su primo Federico y por sudoeste con el Haras Thais de su hermano César Antonio.

La foto de bodas de Clara Marta Leloir. La inscripción superior reza "19 de enero de 1885". Fue recuperada en la casa de Mercedes Leloir en 1997 y restaurada para Nuestro Lugar por Sergio Polero. El original está en nuestro archivo y ya casi no se ve.


Se loteó en la década del 30, un poco después que el Barrio La Liebre, y la familia, luego de la muerte de Clara sólo conservó el casco de 8.300 m2 sobre Balbín y De la Vidalita, hasta 1940.


Ing. Alfredo Demarchi Quiroga, esposo de Clara Marta Leloir y nieto de Facundo. Personaje de destacada trayectoria científica, política y social. Miembro del Partido Radical, ejerció cargos relevantes como vicegobernador de la pcia. de Bs.As. y Ministerio de Agricultura de la Nación. (La Gaceta Biográfica, 1918).


El casco
La Casona, única por su estilo y calidad arquitectónica ha sobrevivido desde la década de 1880; no existen planos originales o al menos no se han encontrado. Fue cuidadosamente restaurada por la familia Colombo entre 1982 y 1985, después de permanecer abandonada por tres décadas. Es de planta cuadrangular, de unos 20 m. de lado con el techo a cuatro aguas que forma todas las galerías del primer piso. Las aberturas son puertas con postigos interiores de madera y unas rejas exteriores de hierro forjado de maravilloso diseño, el mismo que ostentaba una verja perimetral que circundaba la esquina y que fue sacada para venderla por un dueño ocasional, el Dr. Rino de Castelar.

La Casona principal, casi oculta desde la calle por la frondosa vegetación. (foto Vera Said, 1996)


En 1940, una sociedad denominada “F. G. Leloir y Cía. En liquidación” vendió la casa al Dr. José B. Rino. En 1943 éste se la enajenó a la Sra. Carmen Lledó de Tornú quien con su esposo, Enrique Tornú, llevó la casa a buen lucimiento. Suplantada la reja exterior por un alambrado, la Sra. De Tornú la cubrió de hermosos rosales que engalanaron durante muchos años la propiedad. La familia Tornú dejó luego de venir, pero conservó la casa hasta 1982.

Detalles de la galería y una de las puertas. (Vera Said, 1996)


A esta altura debemos decir que en el predio a pocos metros de la Casona, se alza un edificio mucho más antiguo: “la casa nueva de Benito Vergara”, a la que denominaremos aquí “la casa primitiva”, y que data, según la apreciación del Arq. Carlos Moreno, de alrededor de 1850/60. Pero retornemos a la construcción principal: pisos inexistentes, ninguna instalación, puertas de madera derruidas… lo que no hizo el tiempo lo hicieron los cacos: todo lo que se pudo sacar se lo robaron. Artefactos, fallebas, manijas, en fin, parecía insalvable. Pero increíblemente las bellas rejas forjadas como encaje estaban ahí.

Vista del edificio por su fachada oeste. (Carlo Trinco, 2000).


Susana y Elbio Colombo habrán cerrados los ojos para imaginarla en los tiempos de esplendor. Y con un grupo de arquitectos y muchos viajes por viejas estancias y casonas, lograron su propósito: restaurarla con elementos de su época. 


El portal principal, sobre Balbín (Julián Núñez, 1999)



Los pisos del nivel superior son los originales; unas grandes baldosas cuadradas francesas color terracota, cuya colocación hace un dibujo distinto en cada ambiente. Centro de leyendas y secretos no develados; la Casona es el misterio y la esencia de Leloir, alzando su maciza y a la vez grácil estructura entre la densa masa arbórea que la rodea. 


La casa primitiva (V. Said, 1996).

En cuanto a la casa primitiva, la tradición oral dice que allí tuvieron prisionero a Dorrego antes de su ejecución. Los cepos que se encontraron se hallan en el museo de Luján. Aquella versión que no hay modo de confirmar, tampoco merece descreerse, desde el momento que en este lugar se erigía una construcción anterior, quizá un rancho, por ser el punto más elevado de la región y permanentemente transitado por tropas a partir de 1810 y en particular en los tiempos de la anarquía.

Vista general y detalles de la casa primitiva (V. Said, 1996)


La serie de fotos que reproducimos muestran desde un  plano general hasta algunos detalles. Dejamos a uno de sus actuales propietarios, el arquitecto Christian Masprone, que nos explique sus características:
“El inmueble actual fue reproducido sobre la estructura de un asentamiento anterior, que probablemente vestía una cubierta de paja. De planta rectangular con una orientación favorable, sus dos pórticos en las fachadas norte-sur enclaustran sendas galerías, protegidas de las inclemencias del tiempo y rematadas por columnas de orden toscano.
La ornamentación es muy discreta, las cornisas perimetrales engalanan sus cuatro frentes y las pilastras fundidas casi en su totalidad contra los muros exteriores, custodian en forma simétrica e intercalada las aberturas, siendo 3-2-3-2 de los respectivos lados este-norte-sur-oeste. Estas pilastras atraviesan la cornisa, terminando en doce torrecillas, sin romper la hegemonía del conjunto, dando idea de rigidez estructural y balance en su diseño (ver fotos, fachada norte, de acceso principal).
La carpintería de roble con vidrios repartidos es coronada con molduras que cumplen la función de escurrir las aguas pluviales.
Los herrajes de puertas y ventanas que pudieron ser recuperados reproducen motivos típicos (hierro fundido) de principios de siglo XIX, como la flor de cardo entre otras.

Detalles de la casa primitiva (V. Said, 1996)


Cabe destacar algunas curiosidades que emergen del análisis arquitectónico y estructural del edificio, durante la etapa de reciclado. Los ladrillos utilizados (llamados vulgarmente “zapatas” por sus dimensiones de 33x16x5 cm) para originar los techos y plafones en bovedilla (ver foto) tienen como aditivo para mejor adherencia en su composición, unas conchillas (lo que no resulta nada extraordinario, si se tiene en cuenta la cercanía del río Reconquista, conocido anteriormente como de Las Conchas, por tener esa asombrosa cualidad sobre sus márgenes).
Esos ladrillos, que reposan sobre cavios de quebracho y alfajías de pinotea, son los mismos que erigen los muros de hasta 50 cm de espesor, lo que sumado al adobe de sus morteros dan una eficiente solución atérmica: ambientes frescos en verano y templados en invierno.
Otra curiosidad es la poca privacidad distributiva de los ambientes en tiempos de esplendor, comparada con la necesidad funcional actual.
La historia así convive armoniosamente con la tradición oral que a veces se transforma en leyenda, la cual nos separa del afán de informar objetivamente a nuestros lectores; es por eso, que técnicamente, con ayuda de la arquitectura, encontramos en los monumentos y edificios expresiones con vida propia de nuestros antepasados. Conocerlos es, pues, un buen punto de partida para indagar nuestra historia y saber de ellos un poco más”.
En los años 50 la casa fue usada como delegación policial.

Subdivisión y nomenclatura vial
Villa Leloir se caracterizó por la gran superficie de sus quintas, lo que mantuvo por largo tiempo las densas arboledas. Las zonas más afectadas por los pequeños fraccionamientos fueron los bordes sobre Leloir y De la Tradición. Cuadras de 200 y 300 metros se conservan todavía. El camino que unía Castelar con el Haras Myriam, como ya hemos dicho, era Santa Rosa, que luego se irá diferenciando en De las Cabañas, Federico Leloir y Gob. Udaondo. Paralelas a Udaondo van: Julián Balbín, Frers, Alsina y De las Cabañas (hoy N. Repetto). Las transversales eran: Lezica, después De la Carreta, Carranza, luego De la Vidalita, Etcheverry hoy De los Reseros; Grecco, después De la Doma; Menéndez se cambió por De los Baqueanos y Romero por De los Payadores.  Más tarde nuevos parcelamientos fueron abriendo por tramos otras calles: Teresa Bisso, Sotelo, Padre Fagnano y las prolongaciones de algunas del Parque Leloir: De la Posta, Del Pericón, Del Palenque, Algarrobos y Gauchos de Güemes. Todas corren cortadas, al igual que Lorenzo Caro.
“Entre 1933 y 1936 había un club de polo llamado “Los Pelícanos” donde jugaban los Gainza Paz, los Cernadas, los Udaondo. Ocupaban un predio que estaba aproximadamente en Alsina y De los Reseros. El Club se disolvió cuando Udaondo se mató en Morón con el avión”.
“Un poco más tarde, para el 38, en ese punto se reunía un grupo para correr carreras de moto. El circuito era: Frers, que fue la primera mejorada, Leloir, Balbín y De la Tradición. Como los vecinos se quejaban porque rompía el mejorado, dejaron de correr en 1940” (testimonios de José Ignacio Ansorena).

El almacén “Del Burro”
Obligado punto de referencia para quienes llegaban a la zona. Reunía ramos generales y boliche. En 1936 don Venancio Hernando y su esposa Benigna habían adquirido unos terrenos y abierto el comercio. Lo bautizaron “El Destino”, pero el destino quiso cambiarle el nombre. “Don Venancio había comprado un burro llamado Martín para llevar a sus hijos a la escuela en un carrito, donde también transportaban a otros chicos del vecindario” (testimonio de Rubén Hernando). Y la gente lo empezó a llamar “el almacén del burro”. El negocio sigue abierto a cargo de la siguiente generación de los Hernando.

Antiguos vecinos
Entre los apellidos más antiguos se pueden recordar: Canale, Lemos, Tornú, Noble (del diario Clarín), Sabaté, Dodero, Colautti, Rizzi, Adamo, Guichandú, Vergas, Serra, De Angelis Rocca, Pons, Grinberg, Hudson, Tapia, Dujovne, Serantes, Hesoperidonidis, el famoso director de orquesta Miguel Caló, muchos médicos como Vaccarezza, Brea, Mendilharzu, Blanchet, Casasco, Farpias, Saborido, Schwarz. Era gente que venía a pasar el verano en sus quintas, enormes fincas arboladas y llenas de pájaros, casi ocultas las casas entre el follaje. Tanto el río como el arroyo Soto hacían las delicias de chicos y grandes.
“Mi padre, Enrique Francisco Repetto, se decidió venir aquí por el clima, mi hermano menor había tenido un problema respiratorio y a esta zona se la conocía como la Córdoba Chica. En la década del 40 alquilamos La Casona a la Sra. De Tornú, que era entonces la dueña. Después mi papá le compró la casa en Las Cabañas a Gregorio Vergas y adquirió otros lotes más alrededor. Más tarde le vendió una parcela a un familiar, Roberto Repetto, que era médico de la mutual telefónica, así fue como tuvimos antes del 50 el primer teléfono de la villa”.
“Entonces el único colectivo era el 11, lo manejaba Rossi, empezaba a las 7 de la mañana y terminaba a las 8 de la noche. Si había una fiesta, le encargaban que viniera a una determinada hora, generalmente las 12 de la noche. El recorrido era por Santa Rosa hasta la estación Castelar” (testimonios de Enrique Reptto).
Quienes residían en forma permanente eran muchos menos: Aznar,  Donceko, Gómez Araujo, González, Gros, Hernando, Piekarek, Romero, Santodomingo, Repetto, Fernández, Méndez, Santorelli, Szchraj, Viola y algunos más.


El músico Miguel Caló, cuya casa en la calle De los Reseros entre Udaondo y Balbín fue demolida hace pocos años. (gentileza Nelly Soraci)

Muchos de ellos eran caseros de las quintas. En la década del 60 llega un nuevo grupo de pobladores, pero la densidad sigue siendo muy baja. A mediados de los 70 llega otra ola de vecinos a residir en Villa Leloir.

Tiempos recientes
A la fecha todavía está la quinta Ceferino Namuncurá, con su chalet de los 40 casi en ruinas, que durante años fue un centro recreativo para los jóvenes de la Acción Católica. La propiedad está actualmente en venta. Una curiosidad de Villa Leloir era un imponente y artístico portón de hierro que era el ingreso a un terreno baldío. Los vecinos lo llamaban “el portón del inglés”, nos recuerda la Sra. Erika Benning: en ese terreno su dueño cultivaba frambuesas; en De las Cabañas entre De los Reseros y De la Vidalita. Hoy engalana el ingreso a una nueva quinta.


El portón del inglés (foto Carlos Consiglio, 1997)

Algunas instituciones siguen manteniendo sus espacios de recreación veraniega: el Club Portugués, fundado en 1918; adquirió un predio que fue ampliando luego con varias parcelas más. En 1964 inauguró su sede de casi una hectárea en Alsina y Del Pericón, para que sus afiliados pudieran disfrutar de las actividades recreativas en verano y fines de semana. Instalaciones deportivas, parrillas y restaurante. Se acostumbra celebrar las fiestas patrias de nuestro país y las de Portugal. Colaboran con colegios, organismos municipales y otras instituciones brindando sus comodidades y servicios con la mejor predisposición.

Una construcción reciente, hecha con el criterio de los primeros pobladores: integrada a la naturaleza circundante. Hoy es muy frecuente la tala de árboles para el lucimiento de desmesuradas viviendas, que rompen la armonía del entorno, sobre todo en lotes mucho más pequeños. (foto Julián Núñez, 1998)


Entre Alsina y Frers, De la Carreta y T. Bisso, una antigua quinta funciona como sede del Camping del Sindicato de Papeleros.

Entrada a las instalaciones del Club Portugués (foto: Julián Núñez, 1998).


En Alsina y De los Baqueanos está el Campo de Deportes del Colegio Parroquial Ntra. Sra. Del Buen Viaje de Morón y en Las Cabañas entre Del Cielito y De los Baqueanos está el viejo camping del gremio ferroviario La Fraternidad.

Agradecimientos: Susana y Elbio Colombo, Sandra y Christian Masprone, Enrique Repetto, José Ignacio Ansorena, Flia. Hernando, Erika Benning, Secretaría del Club Portugués.