Ubicación y
relieve
Las tierras
comprendidas entre las paralelas Martín Fierro y Gobernador Udaondo, desde La
Tradición hasta el río, eran ocupadas por un establecimiento rural dedicado a
la cría de caballos puros de carrera, una ocupación de varios miembros de la
familia Leloir. Su superficie total era de 303 Has.
Una
considerable depresión atravesaba los terrenos por su parte central,
conduciendo las aguas pluviales al Reconquista. Para facilitar ese drenaje se
la rectificó en forma de zanjón el que a su vez recibía el flujo de un arroyito
que corría por lo que es hoy la calle Segundo Sombra. Este fue rellenado al
lotear, lo que provocó inundaciones en Martín Fierro.
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El zanjón Quiroga junto a la hilera de viejos cipreses que forman un bulevar en la calle del mismo nombre. Foto 1999, Carlos Consiglio. |
El zanjón
tomó más tarde el nombre de Quiroga por abrirse a ambos lados del mismo una
calle que recuerda al gran escritor. Al norte de este curso se va elevando
suavemente una colina (que de todos modos no sobrepasa una cota de 9 metros),
donde se hallaba enclavada la casa principal de la estancia. Esta porción
constituye hoy la Rotonda Myriam.
Los
propietarios
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Don Alberto Leloir. Foto conservada por Osvaldo Arias y cedida al archivo de revista Nuestro Lugar (sin fecha) |
El cuarto
hijo de Alejandro Leloir (pionero de la región) fue Pedro Alberto (1874-¿?).
Este contrajo enlace con María Luisa Martínez Chas y tuvo tres hijos: Alberto,
Alejandro y María Luisa. De ellos, Alberto fue quien administró el
establecimiento. Alberto Leloir Martínez Chas se casó con María Florentina
Álzaga en 1931. Fueron sus descendientes María Florentina, Emilio, Santiago,
María Luisa y Tomás. Muchos antiguos vecinos todavía los recuerdan, pues en su
mayoría fueron empleados del Haras, que junto a la Cabaña Tuyú, constituían las
fuentes laborales por excelencia de la zona.
Los
hermanos Arias, Francisco Urbano y Eduardo, fueron gente de confianza de la familia
Leloir. Urbano llegó a ser Mayordomo General después de haber comenzado como
boyero de tambo y luego de 25 años de trabajo.
Su hijo Osvaldo nos dejó testimonios muy valiosos para la historia zonal.
“Soy un nativo del lugar. Nací en una casa
ubicada en las calles actualmente De las Montoneras y Martín Fierro (antes
Julio A. Roca). Tal casa fue especialmente construida por Don Alberto Leloir
(padre), para que la ocuparan mis padres cuando se casaran, cosa que ocurrió en
1928. Esta construcción aún existe, si bien un tanto modificada. Luego de mis
primeros cinco años vividos allí, nos mudamos a otra casa en De las Montoneras
esquina Del Recado, actualmente propiedad de la familia Cuello. Esa vivienda
había sido ocupada hasta entonces por el anterior mayordomo, un señor inglés
como los había en todas las estancias de la época, y que se retiró por renuncia
al puesto, que fue entonces ofrecido a mi padre, que no conoció otro patrón
hasta que se jubiló”. (O. Arias, 1996)
La
actividad del establecimiento
El Haras
estaba destinado a la crianza de caballos pura sangre de carrera hasta los dos
años.
Todas las
demás labores, de cultivo, cría de animales, abejas, frutas y flores, tenían
por objeto la provisión o autoabastecimiento de la estancia.
Constituyó
por muchos años una importante fuente laboral, y antiguas familias de la zona
coinciden en señalar una gran generosidad de los patrones para con sus
empleados.
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Urbano Fco. Arias y Alberto Leloir (en mangas de camisa) en el Haras, cerca de 1940 (gentileza Marcelo Arias) |
Sobre este
punto transcribiremos párrafos extraidos de la revista Mundo Agrario N° 34, de
1952 y que son parte de una extensa y muy ilustrada nota, cuya primera página
figura en la portada de este capítulo.
“El Haras Myriam es tal vez el haras criollo
por excelencia. Esa es su personalidad, compuesta por su fundador. El principio
inalterable ha sido criar caballos argentinos, y sin apartarse nunca de él, su
progreso ha marchado paralelamente al de los establecimientos llamados grandes
que hasta no hace mucho parecían no poder producir sino con sementales traídos
expresamente de Inglaterra o Francia.
El desenvolvimiento del haras Myriam se ha
señalado a partir de 1932 con cifras muy respetables en las estadísticas que
lleva la Asociación de Criadores; este haras, modesto en un principio y hoy a
la par de los más importantes como que su plantel de yeguas ya no hallan
espacio suficiente en las praderas de Castelar y tienen que emigrar a
Pellegrini de donde viene la potrillada meses antes de las ventas en el
tattersall…!”
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Urbano Arias y el pura sangre Marón - 1962 (gentileza M. Arias) |
“Hay por cierto, amplias secciones de boxes
para la cuida de los productos, cuadros para el paseo de los “sires” y una
calle larga y flanqueada por filas compactas de viejos eucaliptos en la que son
vareados los potrillos todos los días. Baños, herrería, viviendas para los
trabajadores, residencia del propietario y del administrador, enfermería,
laboratorio, nada falta en Myriam para que las tareas propias del haras y la
vida de la gente ocupada en ellas se desenvuelvan de la manera más eficiente y
cómoda. Mientras esto se traduce en competencia y fidelidad del personal, como
ejemplo del cual puede mencionarse el caso de Urbano Arias, encargado del
haras, quien nació y se crió al lado, como se dice, del fundador. Lo primero
cuaja en la calidad de los productos, en fortaleza y buena salud, sin lo cual
no hay posibilidad cierta de que caballo alguno, por grandes que sean sus
corrientes de sangre, de resultado ante las duras exigencias de la pista”.
Cómo se
llegaba: los accesos
“Lo que ahora es la calle De las Montoneras (1)
era una vieja entrada al Haras. A ambos lados tenía hileras de eucaliptos,
algunos de los cuales todavía existen. Esta calle sería además como pista de
vareo de caballos puros de carrera. Tenía 1100 metros de largo y conectaba
Martín Fierro con el casco”. (O. Arias)
El acceso principal se hacía por Santa Rosa, “que
comenzaba en las vías del ferrocarril y llegaba hasta De la Tradición. La
pavimentación de Santa Rosa alrededor de 1936, facilitó totalmente el tránsito
hasta el cruce de intersección de Santa Rosa (2) con el “camino de las liebres”
(3), luego Virrey Vértiz, hoy De la Tradición. Hasta allí llegaba la primera
línea de colectivos traídos por el asfalto” (José I. Ansorena).
Referencias
(1) De las Montoneras aparece en los planos
como Thames pues en época del proceso militar le fue cambiado el nombre,
volviendo al primitivo.
(2) Santa Rosa fue parcializándose, quedó igual
hasta Gaona, luego tomó los nombres de De las Cabañas (hoy Repetto), Federico
Leloir y Gobernador G. Udaondo.
(3) Con referencia a esta vía de comunicación
es muy interesante recordar que formaba parte del famoso circuito América: “En él se corrían carreras de autos y motos
(Riganti, Blanco…) Salían de Vergara y Gaona hacia el almacén de Santos Tesei,
seguía por Pedro Díaz hasta la Zeta, y de allí por el camino de las liebres hasta Gaona. Por
Gaona se volvía hasta Vergara cerrando el ciorcuito. Era un trayecto variado
pues contaba con tierra y asfalto por partes iguales” (José I. Ansorena)
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El entonces adolescente Osvaldo Arias, sobre la tranquera principal, cerca de 1942 (gentileza M. Arias) |
Precisamente sobre De la Tradición, donde se
cerraba Santa Rosa (hoy Udaondo) existía
una enorme tranquera que vemos en la foto. Jovita Menéndez nos recuerda la
apertura del tramo final de la Av. Udaondo en un bello texto que presentamos a
continuación.
Pinceladas antiguas I
Cierro los ojos y la
veo. Imponente, pintada en blanco y verde. Cerrando el paso a la Avenida
Udaondo sobre la surcada calle de tierra. Centenaria arboleda cobijaba nuestra
larga espera de viajeros hacia Castelar.
Detrás de esa
misteriosa tranquera, atravesando aquel bosque inolvidable, se encontraban la
casa solariega y demás dependencias del Haras Myriam.
Un día cualquiera,
allá por el año 1947 el rezongar de motosierras rompió la barrera del silencio.
Días, muchos días se sucedieron, hasta que el ruido cesó. Pero el olor no, eso
fue otra cosa. El aroma a eucaliptos perduró por meses, se apoderó de nuestras
neuronas olfativas y nos marcó para siempre con su fragancia terapéutica.
Cataratas de aserrín
rojizo se deslizaban entre pesados troncos y sudorosos obreros. Los chicos
estábamos de fiesta. Los adultos, imitando las hormigas, trajinaron con sulkys,
charrés, chatitas o lo que fuera, trasladando a sus casas la preciada leña.
Así se abrió,
cometiendo el primer holocausto botánico de la historia del barrio, el tramo
final de la Av. Udaondo, desde Virrey Vértiz (hoy De la Tradición) hasta el río
de las Conchas (hoy Reconquista).
Pero la tranquera no
se fue, la corrieron transversalmente sobre la avenida de plátanos, que sombrea
la actual calle Oyuela. Y ahí permaneció por muchos años más, hasta que el
Haras fue parcelado y vendido. ¡Pero esa es otra historia! (Jovita Menéndez).
La disolución
El primer loteo se realizó entre Martín Fierro,
Horacio Quiroga, La Tradición y el río, la parte sur del establecimiento.
Fueron 150 has., las vendió la firma Matera y Bencich. Al fallecer uno de los
Matera, la firma entró en sucesión, lo que provocó que numerosos vecinos no
pudieran escriturar por muchos años sus propiedades. Esto fue entre 1948 y
1950. A pesar de que se lo llamó Barrio Parque Myriam, no tuvo caracteres de
tal, salvo una pequeña franja cercana a De la Tradición. Los lotes eran
pequeños y eso perjudicó la forestación. En esta zona hay formados varios
sub-barrios: Santa Rita, Pachamama, Municipal, Santos Vega.
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La inconclusa capilla de Santa Rita sobre la calle Segundo Sombra, Haras Myriam sur. Foto: Carlos Consiglio, 1999. |
En una segunda etapa (1966), los Leloir le
vendieron en bloque a la firma Lucchetti 68 has., desde Quiroga hasta Udaondo y
entre La Tradición y Martín Castro. Nuevamente las reducidas dimensiones de los
lotes terminaron de aniquilar el maravilloso bosque de eucaliptos que rodeaba
el casco. Esta parte es la que hoy constituye el Barrio Parque Haras Myriam.
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Barrio Municipal |
Finalmente, las 85 has restantes le fueron
vendidas al Sindicato de la Alimentación filial Capital en 1971. Cuando se
construyó el Camino del Buen Ayre se le restaron 48. Recientemente esas tierras
han pasado a propiedad de una empresa que está construyendo un barrio cerrado.
Las Calles
En la parte sur del Haras Myriam, que abarca
varios sub-barrios, las arterias paralelas a Martín Fierro llevan nombres de
escritores: Benito Lynch, Ricardo Güiraldes, Enrique Larreta, Carlos Reyles,
Zorrilla de San Martín, Miguel A. Camiono, Hoeracio Quiroga y José Hernández.
Las transversales son de este a oeste: De la Tradición, Thames, Facundo, El
Chacho, Segundo Sombra, Santos Vega, Martín Castro, Tabaré, Lucio Mansilla,
Santiago Rocca y Junta de Mayo. Aquí se mezclan patriotas (Thames, congresal de
1816), personajes literarios de la gauchesca, caudillos, payadores (M. Castro),
escritores (Mansilla). Sobre S. Rocca no tenemos datos.
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La calle Calixto Oyuela, bordeada de plátanos, era el acceso a las rotondas del casco. Foto: CArlos Consiglio, 1999. |
La parte norte, o barrio parque, donde están
las rotondas, entre José Hernández y Gob. Udaondo, corren: Zapala (ciudad del
Neuquén), De los Recuerdos, Del Recado, Rubén Darío, López Buchardo, Ollantay,
Calixto Oyuela, alternan aquí poetas y músicos con obras literarias (Ollantay)
y escritores (Oyuela). Las transversales son las mismas que las de la porción
Sur, con excepción de Thames, que cambia por Francisco (“Pancho”) Ramírez, el
caudillo entrerriano. De todas maneras esa calle, hoy con dos denominaciones,
es conocida y nombrada por todos como De las Montoneras (por los Gauchos de
Güemes). En la época de los militares ese nombre fue cambiado. La rotonda chica
y la grande fueron denominadas Gral. Aguirre y Armada Argentina.
Lo que queda
Se conservan la casa de Mayordomía (hoy de la
familia Cuello), el granero (casa del Sr. Guillermo Nowell), en Del Recado y De
las Montoneras. El casco, bastante modificado en la Rotonda Chica. Todo esto en
la parte norte del antiguo Haras, o sea el Barrio Parque.
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Casa de mayordomía edificada en 1917, recientemente reparada por el Sr. Cuello. Foto: CArlos Consiglio, 1999. |
Pinceladas antiguas II
El Jaulón
-¿Por qué no venís a
jugar mañana?
-Bueno, dale ¿pero a
qué hora?
-Cuando vuelvo del
colegio, a eso de las cinco y media.
Y allí estuve, con un
pie en el pedal de la bicicleta, esperándola.
En cuanto bajó del
colectivo atravesamos la tranquera del Haras y enfilamos por la avenida de
plátanos hacia su casa, charlando sin parar. Al llegar a la rotonda doblamos a
la izquierda y fuimos subiendo la loma hacia el chalet principal. Pasamos la
rosaleda y nos detuvimos por unos minutos para espiar la virgen. Se encontraba
en un recinto hexagonal recubierto de vidrios coloreados. Siempre nos parecía
milagroso verla tan blanca, irradiando a su alrededor una nube de luz anaranjada.
El sol, que declinaba a esa hora producía ese fenómeno para nosotras tan
espectacular.
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Edificio del granero convertido en la vivienda del Sr. Nowell. Foto: Carlos Consiglio, 1999. |
-Dale che, sigamos que
tu mamá se va a preocupar si tardamos.
Reanudamos la marcha,
seguramente Doña Anita nos tenía preparada la leche con pan y manteca. Pero antes
de llegar al molino, la pajarera nos atrajo con su magnetismo y ya no hubo
forma de pensar en otra cosa.
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Portal del casco. Foto: Julián Núñez, 2000. |
Aquel inmenso jaulón
mediría aproximadamente 10 metros de largo por 2 metros de ancho y otros 2
metros de alto. Convivían en él por lo menos 50 clases de aves exóticas y de
las otras.
Pavos reales, gallinas
de Guinea, grullas, faisanes, aves del paraíso, perdices, gallinetas y patos de
diversas razas caminaban por su suelo, mientras que en improvisados árboles
formados por troncos muertos, saltaban y trinaban alondras, tordos, cardenales,
mistos, jilgueros, cabecitas negras, palomitas de la virgen, zorzales y muchos
más que lamentablemente mi memoria no recuerda.
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El gran jaulón del haras, dibujo de Jovita Menéndez. |
En el extremo
izquierdo de la jaula había una separación de un metro y medio y allí estaban
las cotorritas australianas parloteando todo el tiempo. Inquietas y saltarinas,
era una fiesta verlas con su plumaje amarillo, verde y azul, sin encontrar
entre tantas ninguna que se pareciera a otra. Pero las vedetes del lugar eran
las ardillas! Diminutas y atentas, con sus colitas plumosas sobre el lomo color
avellana, se colgaban del alambrado con la rapidez de un gamo, espiando por las
rendijas para recibir un trozo de pan, o una galletita, o una nuez. Nos tenían
hipnotizadas y no nos dábamos cuenta del paso del tiempo.
-¿Se puede saber qué
demonios están haciendo? –la voz de Doña Anita rompió el sortilegio.
Compungidas enderezamos hacia la casita que quedaba bajando la lomada.
-¿Será posible que
sean tan inconscientes? Hace media hora que las espero con la leche servida y
ustedes muy campantes perdiendo el tiempo en la dichosa pajarera.
Querida Doña Anita,
éramos dos criaturas de 7 y 9 años, ¿qué íbamos a entender? Pero no se aflija,
porque hoy que usted ya se fue al cielo y yo ya soy abuela, la comprendo
perfectamente. (Jovita
Menéndez)
Características actuales
Bien marcadas las diferencias entre áreas al
norte y al sur de la calle H. Quiroga, ambas comparten la problemática del
mal estado de sus calles, por las que no se pasan las máquinas para
mantenimiento.
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Edificio de la vieja escuela 37, luego n° 7, en la calle Segundo Sombra, que ha sido demolido. Foto: CArlos Consiglio, 1999. |
En la porción sur se halla el establecimiento
escolar más antiguo de Udaondo (1956) que fue considerado por muchos años como
rural: la Escuela N° 7 (ex 37) en la calle Segundo Sombra. También se encuentra
sobre Martín Fierro el Cuartel General de Bomberos de Ituzaingó. En Martín
Castro y José Hernández tiene su sede La Coyunda, una prestigiosa asociación
tradicionalista.
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Martín Fierro al 4600. Foto: Carlos Consiglio, 1999. |
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El más reciente establecimiento educativo instalado en Segundo Sombra, vecino a la escuela n° 7. |
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Carruaje de La Coyunda en el mismo desfile. Foto: Rolando Canteros, 1996. |
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Entrada al predio de La Coyunda sobre Martín Castro. Foto: Carlos Consiglio, 1999. |
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El recordado Carlos Tavella desfilando con la Asoc. Tradicionalista La Coyunda en los festejos. Foto: Rolando Canteros, 1996. |